Lo que el río se llevó fue una vida, un hermano, un padre, un abuelo, un bisabuelo, un tío, un amigo. Se llevó incontables viajes, mil historias, sonrisas, borracheras y fines de semana. Se llevó abrazos, ritos, cumplidos y desatinos. Se llevó un poco de sí mismo. Se llevó un pedazo de corazón de muchas personas a las que ahora les hace falta. Se llevó prácticamente 86 años de infinitos recuerdos de una vida muy particular y muy querida. Se llevó la creencia sobre la existencia de la inmortalidad. Se llevó planes, sueños e ilusiones.
Ese río se llevó algo demasiado grande e importante, algo que no importa cuántas palabras y tiempo haya en este mundo, no alcanzarán para explicarlo; porque una vida es mucho más que una vida.
Ese río... se llevó nuestra ilusión con él.
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