Con todo lo que ha pasado últimamente... quiero un refugio, un lugar en el que sentirme segura, en el que todo sea feliz. No es que no sea feliz, no me malentiendas, sólo el mundo me acaba de restregar en la cara que pasan cosas malas y pueden acabar con el mundo que conocías en cualquier minuto, sin advertencia, y no basta conmigo para confortarme. Necesito alguien que lo haga por mí en este minuto, alguien que me cuide y me restriegue en la cara el que todo estará bien. Es por ello que he estado pensando el último par de días en esos momentos en los que aún no había pasado nada muy malo en mi vida, cuando tú y yo aún éramos mejores amigos y mi mayor problema era cómo sacarte una sonrisa y restregarte en la cara que todo estaría bien. Claro, las cosas no eran perfectas y había sufrido y pasado por momentos muy malos para ese entonces, pero era nada comparado con ahora.
A veces siento que mi alma está manchada con la tristeza, la soledad, la oscuridad y nada podrá sacarlos, que ya está cambiada irreparablemente. Supongo que nos pasa a todos; crecemos, conocemos los males de este mundo y cambiamos. Creo que nunca volveré a ser esa pequeña que era cuando éramos mejores amigos, porque ella casi no conocía el mal y yo lo conozco, y me da nostalgia. En este minuto tengo nostalgia de quiénes solíamos ser, de esa niña para la que todo era bueno y ese niño que quería creer en que las cosas podían ser buenas.
Extraño esa burbuja tan nuestra, en la que las cosas malas no existían, y si es que nos seguían hasta allá entonces no eran tan malas. Extraño tus rayadas que jamás logré entender, pero sí apreciar. Extraño que te preocupes por sacarme una sonrisa. Extraño consolarte y convencerte de que todo se arreglaría (creo que si lo intento ahora, ni me creerías ni yo sería capaz de empeñarme en que lo hagas). Extraño esos días en que tú eras mi refugio.
No creo amarte, ni siquiera quererte. No creo que seas mío, ni querer que lo seas. No creo necesitarte, pero sí nos extraño. Sí siento nostalgia de cuando el mundo era un lugar menos malo, menos frío, menos amenazador, y el hecho de que nos alejáramos me demostró que el mundo puede ser todo eso. Creo que tal vez ese es mi problema, junto con no entenderlo, o no entendernos. Se suponía que aunque nos alejáramos de vez en cuando, siempre volveríamos al otro. Se suponía que estaríamos juntos hasta nuestro último día. Se suponía que siempre estaríamos para el otro, y no lo estamos. Me cuesta entender este tipo de cosas; cómo puede pasar algo tan imposible? Cómo puede acabarse algo que se supone que nunca acabaría? Cómo puedes nunca volver a ver a alguien? Cómo puedes entender que esa vez, a la que ni siquiera pusiste atención y de la que no te acuerdas, fue la última vez que hablaste con o viste a alguien? Cómo? Como dije, me cuesta entender este tipo de cosas. Entonces sí, me cuesta entender que esos pequeños que se querían más que a nada en el mundo y de forma tan desinteresada ya con suerte estén en la vida del otro.
Sé que debería estar escribiendo sobre otra cosa, o directamente sobre ello y no indirectamente, pero escribirte a ti -y sobre ti- es mucho más fácil que enfrentar esa terrible realidad. Aunque no sé ni para qué me molesto, si probablemente nunca leas esto, a pesar de que me demostraste un buen lado de ti estos últimos días y lo agradezco mucho.
Perdóname por escribirte todo esto, pero como sabes, estos últimos días he estado así.