jueves, 24 de julio de 2014

Los sueños se acaban

Anoche soñé contigo. Ya había pasado un tiempo desde la última vez (no creas que tanto, a lo muy una semana).
Estábamos con un gran grupo de gente en la playa. Nos quedábamos en un edificio y hacíamos quién sabe qué.
Estaba con un grupo en la playa y nos dirigíamos al edificio. Ahí fue cuando noté que tu también te encontrabas ahí. Ibas detrás de nosotros, en otro grupo.
Al llegar a la entrada del edificio, me separé del resto y fui al baño (que era solo caminar derecho). Estaba frente al espejo y en él vi que me habías seguido y estabas dirigiéndote hacia mí. Al girarme para salir, me tapaste el camino e intentaste hablar, pero miré hacia abajo, te esquivé y me fui. Al salir me fui hacia otro lado, no hacia donde nos estaban esperando, en este lado no había nadie. Me seguiste y lo sabía, no podía parar de sonreír por ello. Paré y me tomaste del brazo para que no siguiera alejándome.
Cuando me viste y viste esa sonrisa de oreja a oreja que tenía, te dirigiste a mí con ese aire juguetón y alegre que siempre has usado para mí. Me dijiste que se supone que no debería estar sonriendo y yo te dije que lo sabía, pero que no podía dejar de sonreír ni aunque lo intentara, porque estabas conmigo y estabas demostrando interés en mí, así que no valía la pena siquiera intentarlo.
Dijiste que querías que estuviésemos juntos y nos reconciliamos. Nos besamos. Nos abrazamos y no nos dejábamos ir. No podía dejar de decirte que te había extrañado demasiado y tampoco podía soltarte. Se sentía tan bien. Era como volver a casa, el mundo finalmente giraba de nuevo. Sentía que había vuelto a donde pertenecía y estaba justo donde tenía que estar.
Sabía que estaba soñando. Sabía que eso no estaba pasando y que no pasaría, así que lo alargué lo más que pude. Pero era un sueño, y los sueños se acaban.

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