Este año se suponía que fuese un año para volver a poner mi
mundo en pie y hacer bien todo lo que hice mal y que me llevó a estar como
estaba. Pero al final fue un año de mucho dolor, aprendizaje y sufrimiento.
Este año conocí lo que es el dolor de verdad, lo que es la
soledad, lo que es no reconocer nada en tu mundo, contándome a mí misma. Conocí
lo que es realmente tener el corazón roto. Pero también aprendí muchas cosas
buenas que jamás habría aprendido sin todo lo malo que pasó. Aprendí sobre mí,
sobre el mundo, sobre las personas. Aprendí que lo que yo soy depende de mí,
que quienes te quieren darían todo por ti, pero necesitan que les hagas saber
que los necesitas, aprendí que no todos son tan buenos como creo, que no
piensan como yo y que lo que es obvio para mí no lo es para el resto. Aprendí
que la familia y los amigos son lo más importante y que te pueden levantar
hasta del lugar más oscuro. Aprendí que mi felicidad no depende de nadie más
que de mí misma. Aprendí que debo preocuparme de mí también y a cuidarme.
Aprendí que la escritura es algo mágico y que me ayuda muchísimo. Aprendí que
hay cosas y personas que hay que dejar ir y lo único que puedes hacer es
esperar que estén bien.
Claro, este año fue horrible. Sufrí más de lo que alguna vez
sufrí en mi vida. Pero ese sufrimiento me llevó a crecer y aprender muchas
cosas maravillosas, y luego de aprenderlas volví a ser feliz. Es por ello que
no me arrepiento de nada de este año.
Gracias, año, por empezar mal y terminar bien. Gracias por
todo lo que aprendí, por las personas que conocí, por las decisiones que tomé y
por las personas que dejé. Me despido en paz y feliz de ti y eso es más de lo
que alguna vez se podría pedir.
Y, 2015, te espero con ansias.
0 comentarios :
Publicar un comentario