Creí que si hacía como si nada me importara, tanto como para
yo realmente creer que no me importaba, estaría bien, que nadie podría hacerme
daño, que sería mejor que todos, que sería más fuerte que nadie. Pero en algún
punto del camino comenzaron a importarme las cosas, dejé de ser capaz de
cerrarme, derribé los muros de mi mundo y supe que si ello acababa, quedaría
destrozada, pero no podía hacer que me importara.
Ahora todos los muros están abajo y tal vez sea capaz de
reconstruirlos, pero no quiero. Prefiero sufrir por siempre a ser indiferente,
porque si me importa significa que encontré algo que valía la pena, algo que
valía todo el sufrimiento del mundo.
Pero perdí eso por lo que valía la pena sufrir y me siguen
importando las cosas. En el camino lo único que gané fue una reputación de
indiferente, de insensible, de fría y calmada siempre. Pocos creen que tengo un
corazón, que soy frágil, que las cosas me afectan. Y a veces me gustaría volver
a ser invencible, a que nada me afecte. Lo malo? Es que al final sólo era
invencible contigo, y tú ya no estás.
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